lunes, 26 de marzo de 2012

El Ritmo Popular


En estos días de "venida papal" (frase robada a doña TeGedora, maestra en el arte de la guarrez y la falta de clase), ayer se empalmó otro festejo menos litúrgico pero igualmente espirituoso, impuesto por no sé quien, pero que yo lo tomo con enorme gusto: el Día Mundial de la Salsa.

SIN SENTIMIENTO by NICHE on Grooveshark

Derivado del son, de la rumba y del jazz afrocubano, la salsa es el ritmo que más me gusta bailar, y el primero que bailé en una fiesta juvenil, justo cuando explotaba este ritmo en México desbancando a la cumbia (temporalmente, luego este otro ritmo tropical volvió a imponerse en fiestas y estaciones de radio), alrededor de 1988.  De blanco vestirá se oía en la grabadora de la casa de una amiga (¡sí, eran casetes!... y los rebobinábamos con una pluma Bic, je), hasta donde llegué con otras compañeras de escuela y en donde un chico muy amable me enseñó los primeros pasos. Desde entonces soy salsera a morir (y cumbiambera de clóset).

Llorarás (Óscar de León, venezolano) y Pedro Navaja (Ruben Blades, panameño) son ejemplos de esas salsas ochenteras que se mantienen vigentes. A principios de los noventas yo bailaba hipnotizada por las notas de las canciones de Niche, Galy Galeano y Jerry Rivera, colombianos, quienes se han adueñado de este ritmo y le han puesto un sabor especial, en redes sociales ya les puse un par de videítos en donde se ve como bailan en ese país. Además de Colombia, Venezuela y Panamá, Puerto Rico, Nicaragua y Nueva York han contribuido a este ritmo con músicos y composiciones clásicas (y hasta los españoles de Mecano y los japoneses con su Orquesta de la luz se subieron a la ola). En México, desde los años sesenta y setenta no tenemos un representante emblemático de un ritmo tropical (con la honrosa excepción de Celso Piña, acordeonista autodidacta que aprendió a fuerza de copiar las notas de vallenatos y cumbias colombianas para crear su propio estilo), la Sonora Santanera y Rigo Tovar agregaron el sabor mexicano a la música tropical en esas décadas, pero ya no hemos tenido intérpretes de ese nivel; a cambio de eso, se ha desarrollado un movimiento de difusión de la salsa y otros géneros de música tropical a través de los sonideros.

Paralelamente al mundo de las discotecas y los salones de baile, en las calles de los barrios capitalinos se gestaba un tipo de baile popular, amenizado por disc jockeys que alternaban en tocadiscos los temas de música tropical de moda, afincándose plenamente en la década de los 70´s. De la Ciudad de México saltó el estilo de bailes en calles cerradas (con los mismos equipos de audio) a las calles de otras ciudades del país, y en la actualidad, hasta las calles y salones de las comunidades latinas en Estados Unidos. Amplificadores, tornamesas, megáfonos, iluminación robótica y la característica voz masculina que se empalma a la música grabada describen al sonidero, que es actualmente el principal promotor de los ritmos latinos en México. Ritmos que han variado exponencialmente, combinándose con otros géneros y ritmos musicales propios de cada entidad. Así, la cumbia se combina con ritmos rancheros, texanos, tribales, reggae y hip-hop, formando toda una constelación musical, no siempre del gusto de todos.

Será que la constante participación en grupos de aerobics y fitness me han adiestrado para aceptar docilmente cualquier ritmo vertiginoso, pero no me molesta ni el reguetón ni el pasito duranguense ni el tribal, aunque admito que sus letras son malísimas, que la capacidad vocal de sus intérpretes es lastimosa y que los pasos de baile pueden producir un shock visual... pero cuando se está sudando y aspirando todo el aire alrededor con toda la capacidad pulmonar debido al ejercicio cardio, se agradece mucho un ritmo animoso y energetizante -je-; pero más allá de mi tolerancia a estos ritmos tengo que decirles que la manifestación del baile popular, con la gente común derrochando entusiasmo, me apasiona. Lejos de la métrica y la técnica de las academias de baile, a base de puro sabor y mística musical, el bailarín espontáneo que toma las calles sin timidez me produce admiración y envidia. Además de que sí creo que hace de su movimiento, uno cultural...



...por más que le digan naco.

La pareja de espontáneos que se adueña de la plancha de asfalto del Zócalo, durante lo que parece un descanso de un mitin político, o el grupo de chavos que levanta el polvo de un terreno baldío en el que se improvisa un concierto, me provocan una profunda envidia por la emoción con que combinan sus cuerpos con la cumbia:



La música y el baile adquieren matices y características particulares en cada región. Se adoptan y se adaptan modas. Se complementan con un vestuario y una actitud acorde. Y se sale a la calle a hacerse presente, a colocarse en la mira, bajo el reflector. Buscando distinguirse y a la vez, mimetizarse con el grupo al que se quiere pertenecer.

Al reggaeton le siguió el pasito duranguense, como los estilos de música y baile más criticados y despreciados, pero también los más difundidos. Sus críticos le niegan todo valor cultural, sin embargo, ambos géneros son resultado de un sincretismo cultural y procesos de aculturación por migraciones de un país a otro. En la actualidad hay otro género que también resulta de la multiculturalidad, y que también está siendo igualmente adoptado y rechazado: la cumbia tribal, sonidos de percusión de la música africana combinados con elementos de la música electrónica, que en el norte de México se mezcla, además, con líneas de bajos de cumbia y acentos prehispánicos... y se baila con botas norteñas (que se alargan de forma delirante):



Aunque cobran auge las coreografías grupales, tanto para bailar cumbia tribal en San Luis Potosí como cumbias clásicas en el barrio bravo de Tepito (donde se baila "de a brinquito", inspirados en los pasos de los danzantes concheros), ensayadas y pulidas para presentarse en concursos, todavía se preserva el gusto de improvisar acoplándose con el ritmo particular de una emergente pareja de baile.

Pese a que no son del gusto de todos, estos son también los ritmos que definen el México actual.

jueves, 15 de marzo de 2012

CRÓNICA DE UN DESENCUENTRO


El tren avanzó antes de que llegara a su asiento, la molestia de tener que equilibrarse se desvaneció cuando vio que daba a la ventana, no tendría que mirar los rostros de las otras personas, ni tampoco cerrar los ojos y fingir que dormía, podría ver la sucesión de imágenes que conformaban el paisaje, la rápida desaparición de los autos, las estampas efímeras de la ciudad que despertaba.

El olor la inundó, alguien abría una bolsa repleta de bendiciones culinarias para activar los pecados de la gula y la envidia; olía a infancia, a manos maternas guisando el relleno de un pan tostado, a despreocupación, a antojos satisfechos, a recesos escolares, a risas fraternas. No se había dado el tiempo para desayunar y el estómago le reclamaba, pero el tiempo estaba en su contra: desde que él dijo: “mañana a las once y media”, las horas eran sus enemigas y esa mañana le pusieron trampas.

El sol acarició su mejilla antes de atacar sus ojos, que se cerraron heridos por la luz. Retazos de conversaciones entraron en su cabeza:

- Ay, ¡no seas payaso!
- Todo lo que hizo fue sacarlo y dejarlo ahí.
- Enséñate a lavar tus tenis, a planchar tu ropa, que te veas presentada.
- No le dije nada, cuando lo buscaron estaba acostado, fumando… pero yo no le dije nada.
- Parece que ya venía o no sé, pero se quedó callada.

Abrió los ojos y los edificios grises le indicaron cuanto faltaba para llegar. Recordó su último encuentro, su mano apresando la suya, su rostro acercándose, sus labios capturando los suyos, liberándolos sólo para tomarlos de nuevo; sintió un abismo en el estómago, pero esta vez no era el hambre, era la emoción de recordar sus besos.

En cascada vinieron más recuerdos, sus palabras, el tono de su voz, su mirada, su cuerpo volcándose en el suyo.

Abstraída sólo notó el final del trayecto cuando vio ponerse a todos de pié y adocenarse en la puerta de salida, esperó a que todos salieran y entonces se levantó y se dirigió al andén, varias miradas voltearon a su rostro y siguieron sus pasos, incómoda ante la atención impertinente, apresuró su andar y bajó la cabeza. Alcanzó a oír risas, y la duda de sí eran por ella la hizo sentir insegura.

Ya en la calle la luz la sorprendió, debía caminar varias calles, con pasos ágiles cruzó la avenida aprovechando los últimos segundos que el semáforo le concedió con deferencia, siguió avanzando al mismo ritmo hasta que calculó que tenía tiempo de sobra, entonces bajó la velocidad y casi disfrutó cada paso al saber que esta vez llegó temprano: no lo haría esperar y no lo encontraría impaciente, se prometió tampoco impacientarse ella en retribución a que él no le reclamó su tardanza en la última ocasión, cuando su retraso fue por mucho más de una hora y sin embargo él la recibió con una sonrisa agradecida al verla. “Pensé que no vendrías”, había sido el único reproche antes de que tomara su mano y la guiara a la felicidad. Sorprendida, descubrió que todavía paladeaba ese recuerdo en sus labios.

Después de varias calles solitarias llegó al lugar indicado; entró y después de una rápida ojeada para certificar que él no estaba entre los presentes, tomó asiento en una butaca de la última fila para no llamar la atención de los que escuchaban al orador del frente, aún así varias cabezas voltearon hacia ella, se disminuyó en la silla y guardó silencio, tratando de entender lo que se decía, pero los pensamientos volaron hacia la forma en que él la abrazó la última vez, sorprendiéndola por la efusiva espontaneidad… y los besos, no podía dejar de pensar en sus besos… cuatro en total: el primero casi pareció accidental, como si un mal cálculo hubiera evitado que sólo lo recibiera la mejilla, pero la duda se despejó cuando el segundo le atrapó los labios y los mantuvo un instante retenidos, y en seguida vino otro, más largo y más intenso, y el último que se negó a terminar sin arrancarle un suspiro. Se dio cuenta de que sonreía abiertamente cuando el orador le lanzó una mirada interrogante, entonces se mordió los labios para guardarse la sonrisa, y se obligó a poner atención.

No llevaba reloj, pero el tedio le indicó que debía haber pasado ya una media hora más; una campanilla en la puerta de entrada indicaba cuando ésta se abría para dar paso a alguien más, ya había sonado varias veces, y en cada una, ella había volteado para adivinar su llegada en la silueta que se recortaba en el cristal de la puerta, en un esfuerzo pueril de ganar momentos de alegría antes de verlo aparecer en la sala; pero vez tras vez lo desconocía en la imagen que se clarificaba ante sus ojos, cuando la persona entraba y se incorporaba a la conferencia.

La voz del orador era gastada y demasiado suave, sin matices; sus gesticulaciones exageradas le agregaban una comicidad involuntaria a la figura envejecida y delgada, tan delgada y arrugada como si se le hubiera exprimido antes de lanzarla al frente, a que capturara la atención dispersa de un público aburrido. Un par de imprecisiones y una imperdonable falta de corrección política la hicieron despreciarlo, le prestó mayor escucha con la única finalidad de encontrarle más fallas, no le fue difícil. El tema no era de su área de conocimiento pero aún así le halló errores pues la persona no sólo no estaba actualizada, sino tampoco sabía expresarse de forma idónea. Tomó varias notas mentales para comentarlas con él y reírse a costa del viejillo que no sólo era ignorante sino presumía de una gran intolerancia. Le hubiera gustado levantarse y salir dramáticamente para manifestar su desagrado y desacuerdo. Pero dónde podría esperarlo. El sol estaba inclemente y no recordaba haber visto árboles que brindaran suficiente sombra. Y empezaba a temer que tuviera que esperarlo por un largo rato todavía, antes de convencerse que no llegaría. Había pasado tantas veces ya. Por lo menos aquí estaba sentada y cómoda. Y era fácil para ella dejar de poner atención a palabras torpes, sólo tenía que acordarse de él, de él y su voz, de él y sus labios.

Pero él no llegaba, la campanilla sonaba y sonaba sin que fuera su silueta la que se dibujaba, y la voz que entraba en su cabeza era la del viejillo que ahora bromeaba sin gracia, y las risas forzadas de los demás le molestaban, especialmente porque no eran tan forzadas: ¿qué la gente no se da cuenta cuando la información es errónea?, ¿cuándo las bromas son tontas?, ¿cuándo no es a ellas a quienes se espera ver llagar?

El viejillo por fin se calló después de una eternidad y varios se levantaron para abordarlo, otros para saludarse entre ellos y algunos más comenzaron a retirarse. Por un largo instante ella se sintió perdida, alguien comenzó a levantar las sillas y temió que llegaran hasta ella demasiado pronto, antes de que se hiciera a la idea de que tenía que devolverse exactamente por donde pasó con tanta ilusión de encontrarlo. “Ahí nos esperamos sin aburrirnos, por si alguno se retrasa un poco”, había dicho él.

Se inclinó para recoger su bolso y cuando levantó la cabeza lo vio frente a ella, sonriendo. No se disculpó, ni tampoco ella le reprochó nada, con un movimiento de cabeza él le indicó que salieran, todavía se entretuvo en intercambiar saludos con algunos que lo conocían, al salir le abrió la puerta y le cedió el paso mientras veía su reloj con pesadumbre. Sólo masculló “llegué tarde”, y ya. Ella se deshizo en los “no te preocupes” y “no hay problema”, pero el continuaba apenado; el camino no le pareció pesado a su lado, nerviosa, hablaba con torpeza del clima o de los errores del orador hasta que llegaron a la avenida principal en donde abordaron un transporte público, ahí él le explicó que tenía el tiempo justo para acudir a otra cita, que si lo acompañaba en lo que llegaba la persona que tenía que ver, podían tomarse un café y ponerse al tanto de cómo les había ido en estos días de no verse, pues lamentaba que no podría verla sino hasta semanas después.

Su sonrisa cálida era la misma de antes, de mucho antes, de cuando no había roces ni acercamientos, de cuando no la aprisionaba contra su torso ni sus labios buscaban los suyos. Él la animaba con palabras risueñas, con su risa fraterna y cordial:

- Vamos, por lo menos estos minutos para que me cuentes tus planes.

“Tus planes”, dijo… no los míos y los tuyos juntos, no los nuestros, no había un “nosotros” en esa frase. Movió la cabeza y sonrió triste, él insistió sólo una vez más y ella dijo que también para ella era tarde. Siguió un silencio denso, cargado de preguntas y de respuestas insatisfactorias, hasta que él lo rompió al decir que ahí tenía que bajarse. Acercó sus labios a su rostro y esta vez no falló en el cálculo al rozar con ligereza su mejilla. Ella lo vio levantarse y le sonrió a manera de despedida, volteándose justo a tiempo para que no viera la forma en que se le humedecían los ojos. Afortunadamente le había tocado el asiento junto a la ventana.

domingo, 11 de marzo de 2012

Una Oración por Japón


Hace un año, cuando se recordaban a las 192 víctimas mortales del atentado terrorista en Madrid, España, Japón sufría su mayor tragedia provocada por la naturaleza, tras un terremoto de 9.0 grados Richter que origina un Tsunami en la costa noreste, que a su vez provoca un accidente en la Central nuclear Fukushima.

Smile 220, Takehiko Inoue. #PrayforJapan

Un año después, la recuperación del país ha sido asombrosa, pero aún quedan en la memoria las impresionantes imágenes de la devastación, así como el recuerdo de la tensión durante esos días en que se iba descubriendo la magnitud del daño y la posibilidad de que el accidente nuclear tuviera consecuencias más graves. 

La información que llegaba era contradictoria, pues algunos medios parecían muy alarmistas frente a los tranquilizadores testimonios de personas que usaban las redes sociales y la Internet para desmentirlos, sin embargo, también hay las versiones que aseguran se ocultó información a la población civil para no aceptar el riesgo ante la comunidad internacional. Confieso no haber sabido cómo abordar el tema, precisamente ante esta última cuestión, teniendo la suerte de contar con la amistad de un rescatista internacional y conociendo su testimonio vivencial, que habla de un sector de la población japonesa damnificada y desatendida, ante la prioridad gubernamental de dar una imagen de estabilidad ante los mercados internacionales tras la larga crisis económica que el país había sufrido, no quise obviar su testimonio pero tampoco quería incomodar a los amigos japoneses de este blog en momentos tan sensibles. Además que fuera de eso, no tenía nada más que aportar a la información que ya saturaba la red. 

Sin embargo, sí tenía pendiente hablar de lo que sí es un hecho: la entereza del pueblo japonés. 

Japón recuerda a sus víctimas a un año del Tsunami

Y a un año de distancia, todavía conmueve la valiente y heroíca misión de las decenas de técnicos, bomberos, soldados y voluntarios que enfriaban los reactores inyectándoles agua para evitar una fusión descontrolada. Aunque también hay versiones que restan heroicismo a su labor pues aseguran no todos lo hicieron voluntariamente o movidos por el estoicismo, sino que ignoraban el verdadero nivel de riesgo, fueron coaccionados o tentados por dinero (incluso se dice algunos pertenecen a la mafia japonesa). Aun así su labor anónima significó no se afectaran cientos de miles de vidas.

De quien sí se tiene nombre es de algunos de los protagonistas de las muchas historias de supervivencia que se dieron en esos días. Uno de esos nombres es el de Hideaki Akaiwa, quien no esperó la ayuda de los rescatistas y él sólo se internó en las aguas que inundaron su ciudad, para buscar durante días a su esposa y madre, atrapadas en los escombros sumergidos de lo que antes eran sus viviendas. Tras el éxito en recuperar a su familia, continuó durante los siguientes veinte días sumergiéndose para seguir buscando a más personas atrapadas.

Por supuesto, en estas vivencias los que más participación heroica tienen son quienes tienen una preparación especializada en situaciones de emergencia, así, policías, bomberos y militares son quienes mejor reaccionaron tras los dos fenómenos naturales, como los miembros del ejército de la base aérea de Matshushima, que no sólo participaron de labores de rescate, distribución de alimentos, agua y abrigo para las víctimas, sino también levantaron el ánimo de la población damnificada con conciertos de su grupo musical. 

La historia de supervivencia del pueblo Fudai tiene un verdadero final feliz, gracias a la obcecada convicción de uno de sus alcaldes de años anteriores y a la oportuna acción de uno de sus bomberos en la actualidad. El alcalde Hiroshi Fukawatari se empeñó en construir un muro de más de 15 metros (incluyendo compuertas) alrededor del pueblo, después de atestiguar la mortal furia de dos tsunamis anteriores. Jurando que no volvería a pasar, su necedad se impuso a la negativa de todo un pueblo, que veía como un gasto excesivo la costosa construcción. Pero fue el único pueblo que resistió la embestida de las olas de diez metros del último maremoto, a pesar de que los pueblos aledaños también tienen una pared protectora. El otro héroe fue un bombero, quien acudió a cerrar manualmente las compuertas más pequeñas del muro, que no lograron cerrarse a distancia automáticamente. Los habitantes del pueblo se han volcado a la tumba del visionario y necio alcalde, presentándole sus respetos por la necedad con que salvó sus vidas.

Tras el tsunami, todo el mundo se volcó a sumarse a los deseos de pronta recuperación del país japonés, la leyenda Pray for Japan se repitió en redes sociales, canales de noticias, publicaciones y campañas de colectas. Bajo esa etiqueta, día a día el artista japonés Takehiko Inoue, conocido en el mundo occidental por su exitoso anime Slam dunk -centrado en jugadores de basketball-, lanza una sonrisa dibujada en un rostro construido por líneas y esperanzas, para mostrar la manera en que el país se levanta. Y es con las ilustraciones de su serie Smile que sumamos este blog a esa cadena de buenos deseos y saludos admirativos a un pueblo con una fortaleza de hierro.



¡Fuerza Japón!

miércoles, 7 de marzo de 2012

Feminicidios


Hoy es 8 de marzo, y como cada año, miles de personas desestiman que se conmemore el Día Internacional de la Mujer. Esta negativa suele ser acompañada de razones y argumentos sin solidez, resultado de un análisis ligero e insuficiente, casi siempre en el malentendido de que la iniciativa separa y distingue los géneros al celebrar sólo uno (centrando el festejo en cualidades que se consideran esencialmente femeninas). Esto hace siempre necesario explicar vez tras vez que no es un día de celebración festiva, como el Día de la Madre (que no provoca tanto rechazo, quizá apenas un crítica por el consumismo), sino de homenaje y recuerdo de las mujeres que han logrado cambios significativos en favor de la población femenina, así como de análisis de la situación actual de la mujer en el mundo. Situación en desventaja frente al género masculino, lamentablemente, en gran parte de las culturas, que enseñan que la mujer es inferior al hombre y su campo de desenvolvimiento social más restringido.

Y de entre todas las injusticias e inequidades en diferentes ámbitos, las más graves son las que además de lesionar sus derechos personales, también lesionan su integridad física, mediante vejaciones, maltrato físico, violaciones sexuales y asesinatos.



Feminicidio es un concepto relativamente nuevo, que surge ante la necesidad de señalar los homicidios de mujeres por razones de género, es decir, por el hecho de ser mujeres. Las mujeres y las niñas también mueren por formas extremas de discriminación y violencia, por actitudes misóginas y machistas que evidencian el desprecio y el odio hacia la mujer. Ya sea por desatención (al negarles cuidado médico, asistencia básica, alimento o aseo), por selección (al preferir el nacimiento de niños varones), por atavismos sociales (como asuntos de honor, dotes, o una moralidad en exceso rígida) o por violencia, la mujer tiene más probabilidades de morir por el hecho de serlo, que por una enfermedad como el cáncer, por un accidente de tráfico o una acción bélica.

Las niñas chinas abandonadas hasta morir por desatención básica o inanición; las mujeres hindúes que murieron asesinadas, ya sea porque su esposo murió y ellas fueron quemadas vivas junto al cadáver, o porque el esposo deseaba casarse de nuevo para cobrar otra dote; las musulmanas que murieron lapidadas por adúlteras (así hubieran sido violadas); las esposas y novias que murieron a manos de su pareja por celos o desobediencia; las mujeres que murieron tras ser violadas para que no pudieran reconocer a su agresor... todas son un ejemplo de un feminicidio. Un homicidio que tuvo como principales causas el ejercicio de poder de un género sobre otro, al creerse superior y dueño de ese objeto que la mujer resulta en sociedades como la nuestra.

Para que la mujer sea reducida a un objeto se lleva a cabo un proceso cultural en que se le cosifica como una posesión del hombre, un instrumento para su placer, una herramienta a su servicio y una especie inferior. Para ello sirve todo: desde las revistas de Playboy, los anuncios de Axe, la epístola de Melchor Ocampo, la interpretación fundamentalista de textos religiosos, los consejos moralinos de las abuelas, y un devastador etcétera que nos lleva a aceptar la descalificación y la violencia hacia las mujeres como algo normal.

Las violaciones sexuales como táctica de guerra, la esclavitud sexual y los feminicidios son las formas más extremas de esa violencia que empieza con la marginación de la mujer en el hogar, en la escuela y en el trabajo. Parecen no estar relacionados los chistes misóginos, la exposición del cuerpo femenino para vender o los piropos obscenos con los asesinatos crueles de mujeres (ya sea en Chihuahua o en Somalia) o con la explotación sexual en Tailandia o el barrio de La Merced, pero todo es parte de ese proceso de enculturación que orilla a tolerar la violencia hacia la mujer como algo ordinario y aceptable.

Decir que la mujer "se ganó" la bofetada de un marido inconforme, que "se buscó" la violación o el acoso sexual por su manera de vestir o conducta indecente, que "para eso está" justificando relegar en ella la carga doméstica, que "calladita se ve más bonita" negándole su derecho a opinar, que "al rato se casa" marginando su oportunidad de preparación académica, que "se debe a su casa" limitando su desenvolvimiento social, que "está en sus días" estigmatizando su control emocional... y más ideas como estas, todavía difundidas y aceptadas ampliamente, contribuyen a la depreciación de la mujer, como persona y como elemento de la sociedad, negando su valor y su aporte.

La mujer no vale (o vale menos que el hombre), no sirve y no importa.

Entendiendo esto, se encuentra respuesta a la pregunta de cuál es la razón para que se puedan cometer crímenes tan inclementes y crueles contra una mujer, como los que en las últimas dos décadas se han informado que se cometen en Ciudad Juárez, Chihuahua, donde más de 500 mujeres han muerto de forma violenta y salvaje, algunas de ellas no sólo violadas sino torturadas con crueldad y mutiladas, documentándose evidencias que demuestran murieron bajo un dolor y terror incalculables. Después de hipótesis que incluían sacrificios rituales y producción de películas snuff, la teoría que prevalece es que son crímenes de imitación, es decir, no son realizados por sólo una persona o un grupo de ellas, sino por quienes replican los asesinatos anteriores buscando emularlos, y porque saben que las condiciones para que sea posible están dadas... es decir: matan porque pueden hacerlo.

Las condiciones de oportunidad, de impunidad, están dadas.

Sobrepoblación, pobreza, marginalidad, corrupción, desempleo, desestructuración social... todo permite que las mujeres jóvenes de clase baja sean víctimas idóneas de hombres que se permiten dejar salir su lado más sádico. Las víctimas sólo son un instrumento para su placer.

De la misma forma en que las mujeres en conflictos bélicos quedan a merced de los combatientes rivales, siendo el vehículo perfecto para vengarse en ellas, vejando su honor y sembrando sus genes para corromper la pureza étnica. Las mujeres que quedan vivas lo hacen para dar a luz a los hijos de sus enemigos. Nuevamente es sólo un ejercicio de poder.

Al igual que las mujeres en países fundamentalistas, golpeadas, mutiladas, quemadas, lapidadas por deshonrar a su familia, a su clan o a su marido (así sólo sean sospechas). Ser mujeres les significó ser impuras, ser desechables, ser despreciables.

Pero no sólo es en países atrasados o tercermundistas. Casos terribles y dolorosos de conocer, como los emblemáticos casos de Sylvia Likens en Estados Unidos, o Junko Furuta en Japón, donde estas adolescentes murieron tras sufrir vejaciones, humillaciones, violaciones, torturas y castigos sistemáticos e inenarrablemente crueles de parte de sus captores y cómplices durante largos periodos de secuestro, muestran que las condiciones para que una mujer sea víctima de un feminicidio pueden darse en cualquier sociedad y cultura que no reivindique los derechos de las mujeres, que garantizan una condición igualitaria en comparación con sus pares masculinos.

El Día Internacional de la Mujer es un esfuerzo para, precisamente, reivindicar a las mujeres en situación de desigualdad y pugnar por reducir esa inequidad injusta, no es un día para halagar a la mujer y ensalzar sus "virtudes" intrínsecas (ternura, sensibilidad, belleza, capacidad de amar y sacrificio... y un cursimente prolongado etcétera), es para el análisis y reflexión de la situación de la mujer en nuestra sociedad, solidaridad y reconocimiento.

Se tendrá que explicar cuantas veces haga falta.


34 mil feminicidios en los últimos 25 años, y 4 mil 419 documentados de mujeres y niñas en este último sexenio, obligan a seguirlo haciendo en este país.

domingo, 4 de marzo de 2012

Mejores Telenovelas


La última pifia que se le atribuye al equipo de Enrique Peña Nieto, candidato del partido PRI a la presidencia, es decir que se afianzará como "el candidato de las mujeres", para lo cual promete (entre otras medidas) "mejores telenovelas" que propongan un nuevo modelo de convivencia social. Tanto analistas, medios y público en redes sociales criticaron y protestaron ante la propuesta que ya fue desmentida (aunque la duda de que haya sido por comprobar la desaprobación general es muy amplia), y que debe ser leída dentro de su amplio contexto: el PAN tiene una candidata que puede atraer el voto femenino; la "guerra sucia" para descalificar a candidatos contrarios ha sido "marca" de ese partido de derecha; el candidato príísta trae cargando qna merecida fama de inculto, además de tener una mediática relación sentimental precisamente con una estrellita telenovelera; su relación estratégica con la empresa Televisa es evidenciable; ha mostrado insensibilidad e inoperancia hacia la problemática de la población femenina... En fin, que la reacción pública fue muy negativa hacia esta propuesta, diciendo -con toda razón- que hay otros asuntos más importantes que atender, y tomando como otra prueba más de la estulticia e incultura de ese candidato una medida tan -aparentemente- superficial.

La noticia recuerda al reconocimiento que el Secretario de Educación Alonso Lujambio dio a las telenovelas como poderoso instrumento educativo hace un tiempo, y a mi me da motivo para traer al blog un tema que he querido tratar desde sus inicios: la televisión, su uso educativo( y especificamente en este post: las telenovelas.

Ampliamente desdeñadas, pero también ampliamente seguidas, las telenovelas suelen ser consideradas como instrumento de enajenación, principalmente del público femenino; ridiculizadas, menospreciadas y rechazadas por quienes las culpan de parte del retraso educativo y señaladas como perpetuadoras de estereotipos, clichés y prejuicios sociales, así como por su falta de calidad y exceso de ramplojería sentimental. Su producción y transmisión domina la actividad de las principales cadenas de televisión, siendo un bactor determinante para su expansión a mercados internacionales. TV Globo, Televisa, Univisión y Telemundo, las principales televisoras dirigidas al público latinoamericano, se identifican principalmente por sus telenovelas.

A diferencia de las soap-operas, series estadounidenses que se asemejan en su contenido romántico, las telenovelas latinoamericanas tienen una duración finita y una trama principal centrada en una pareja sentimental, pero al igual que aquellas, tuvieron como origen el patrocinio de productos de limpieza que buscaban captar la atención del mercado femenino potencial: las amas de casa. La idea de que están dirigidas al sector femenino surge de ahí, reafirmada por el hecho `e que generalmente son historias centradas en una mujer y su problemática sentimental. Sin embargo, en sus inicios hay grandes éxitos en los que la figura principal es masculina: Albertico Limonta, en El derecho de nacer (historia que saltó del folletín a la radio, luego al cine y por último a la televisión, con nuevas versiones a través de los años), Juan del Diablo en Corazón Salvaje (mismo camino a la posteridad), y Gutierritos, primer gran éxito de las telenovelas mexicanas que aumentó la venta de televisores y alteró los horarios de oficina para que se pudiera seguir su transmisión, paralizando a la Ciudad de México durante su final, siendo su público seguidor formado por igual número de hombres y mujeres, quienes convirtieron al apocado empleado de oficina, víctima de bullying laboral y violencia doméstica, en un héroe y mártir. Contrario a lo que buscan los actuales productores, que saturan las pantallas de actores carilindos y cuerpos antinaturalmente estéticos que den una imagen aspiracional al televidente, el protagonista de esa telenovela era un hombre bajito, robusto, de personalidad anodina y caracter débil, al que daba vida Rafael Banquells, quien saltó al ruedo cuando los actores elegidos se arrepentían de aceptar el papel, y tuvo que ser el mismo director de la telenovela quien personificara las carencias de Ángel Gutierrez, hombre que escondía bajo su mansedumbre e insignificancia a una creatividad arrobadora. Todavía pasa que el diminutivo de un apellido identifique al más tímido de la oficina.



A pesar de que Televisa presume que México es la cuna de las telenovelas (y su mayor exponente), las telenovelas primero se transmitieron en Brasil, Cuba, Venezuela y Puerto Rico, y aunque su temática siempre giró alrededor del amor de una pareja, las historias eran muy variadas, pero fue una historia de superación personal la que iniciara lo que ahora se considera la historia clásica: Simplemente María tuvo un éxito arrollador en toda Latinoamérica teniendo como epicentro Perú (aunque la telenovela original era argentina), las andanzas de una indígena que supera su pobreza e ignorancia, alcanzando la independencia económica y el encumbramiento social, marcó la pauta para que las cenicientas comenzaran su dictadura en el género, aunque lo que María logró mediante esfuerzo, estudio, creatividad y trabajo, las siguientes lo lograron con un buen casamiento (embarazo previo), con una herencia genética ignorada o con un golpe de suerte (o un empujoncito del destino, más bien, porque desde su nacimiento están marcadas para habitar una mansión con alberca o caballería). Fue con una de estas -retorcidas, como gatas vueltas de nuevo a revolcar- historias que Verónica Castro y Televisa conquistaron los corazones del mundo, abriendo el camino para todas las Thalías y todas las Rinas reloaded, catapultándonos como la meca del drama forzado e inverosímil, con hijos perdidos y vueltos a hallar, memorias formateadas, comas oportunos, genes aristócratas dispersos en barrios humildes y gemelas malvadas. Un universo paralelo e infinito que sigue existiendo en el Canal 2, mientras es otra vez en Brasil, Venezuela y Argentina (¡y Colombia!) que se crean nuevas historias y nueras formas de contarlas, para luego, con mayor presupuesto y menor ingenio, tengan una réplica en este país.

Sin embargo, no habrá mejoría mientras el público acepta -cómplice de la mediocridad imperante- ese lastimoso espectáculo. Y esto es lo preocupante. Tan indignante es que se considere llegar al voto de las mujeres mediante has telenovelas, como se permita que el contenido de ellas continúe como es ahora mismo. Nos guste o no, las telenovelas son muy aceptadas en este país, y a través de ellas muchas personas (y no sólo mujeres) reciben y asimilan patrones de conducta e ideologías. Sutilmente se absorben hábitos y concepciones del entorno, ideas, pensamientos y roles.

Un ejemplo: la religiosidad. Los protagonistas suelen ser personas nobles, positivas, de grandes valores éticos y moralidad estricta, su conducta es ejemplar y admirable, y esto suele remarcarse por su gran veneración hacia una figura religiosa (y la consentida de las novelas es la virgencita de Guadalupe). No hay enfermedad, intento de violación, rapto de hijo, accidente automovilístico, rodada por las escaleras, ingreso al índice de `esempleo, mala operación rinoplástica (por exceso de cocaína, dice la leyenda urbana de la Méndez) o exagerado estiramiento facial que la Guadalupana no pueda aliviar. Así sea necesario y urgente demandar al plagiario violador, o llamar a la ambulancia, o comprar el periódico y leer los clasificados sobre empleos, o revelar el nombre del verdadero padre de Ramiro Gerardo de los Verdes Valles con el último hálito de vida, primero hay que rezar con los ojos aguados a la morenita. Es la única forma de que se resuelvan los problemas (el pensamiento mágico como principal vía de superación).

Otro ejemplo: la estigmatización del derecho a decidir de la mujer sobre su cuerpo y su sexualidad: consentir relaciones íntimas con un hombre que no es el actual o futuro esposo, no hacer el amor y sólo tener sexo, no aceptar los hijos que Dios dé (especialmente si se ha decidido no tener hijos), y sobretodo, ser tan desalmada y miserable de acceder a un aborto, podrá condenar a la mujar en pantalla a que sólo con su vida podrá limpiar su crimen (es más efectivo si la pierde en el penúltimo capítulo atajando la bala o el puñal dirigido a uno de los protagonistas), o por lo menos ser condenada a la soledad, a la locura y al pago de tenencia eternos, no hay modo de que pueda ser fehiz después de algo así, son de las pocas cosas que jamás encuentran perdón en una telenovela.

No tener como principal fin el sagrado matrimonio, preferir la carrera profesional a la calidez de la vida familiar, no buscar al hijo que en los primeros capítulos se decidió dar en adopción, dejarse engordar diez kilos (sobretodo si se estudia en una prepa como las high schools gringas, pero con los pasillos de lockers color pastel ambientados con covars de La banda Timbiriche), no teñir las cejas del mismo colkr que el cabello o dormirse desmaquillada son pecados menores que pueden perdonarse si la serie se alarga otros tres meses más (aunque también la hace más probable de que se transforme en una psicótica empeñada en separar a la pareja protagónica).

Hay un tufo machista y doblemoralino que se desprende de los diálogos de telenovela y en el dibujo de los personajes: se reprueba a la infidelidad pero se justifica a la mujer que le oculta la paternidad de un hijo a un marido traidor, como si no fuera un engaño de mayor crueldad; se dibuja a los personajes femeninos empoderados aderezándolos con elementos negativos como la excesiva ambición, la falta de escrúpulos o una hipersexualidad licenciosa e insana; se justifican represalias y venganzas en nombre del honor; se llega incluso a perdonar a un personaje violador si "repara" su falta mediante el matrimonio y el juramento de un amor intenso.

Está también la perpetuación de jerarquías sociales, la idealización de la pobreza como elemento purificador, al mismo tiempo que se impone el clasismo al mostrar de forma aspiracional los privilegios económicos, y se considera a las personas de rasgos finos, simétricos (y de preferencia caucásicos, así sea para representar indigenas, que llegan a la ciudad con su piel blanca, ojos claros y uniforme acento copiado a Pedro Infante actuando de Tizoc aunque provengan de la Sierra Tarahumara o la Selva Lacandona) como las mayormente aptas para lograr el amor verdadero. A pesar de que se nulifican las barreras sociales mediante el infinito poder del amor, ha verdadera felicidad llega cuando la humilde protagonista adquiere un look sofisticado y maneras elegantes, o cuando el sencillo trabajador demuestra aptitudes para negociar con millonarios y descubre que su origen no estaba en esa mujer de buen corazón que sin embargo se arrastraba por los arrabales, sino en la aburguesada dama de la que fue arrebatado de sus brazos al nacer. Están también las historias juveniles, cuyos protagonistas imitan modelos de conducta gringas, en que la popularidad basada en un buen físico, apellidos rimbonbantes, posesiones materiales y arregho personal depurado (o bien, una conducta de reto constante a la autoridad), es el mayor logro y aspiración.

Y otra vez, y final y medularmente, el amor como mayor y más legítima motivación en la vida. El amor materno irreductible durante 375 capítulos, al amor eterno a la mirada que se cruzó en el camino en ese feliz pero fatédico instante, el amor incólume a la silueta que se vio partir bajo promesa de vuelta, y que hace tejer cual Penélope una esperanza de retorno, el amor como justificación suficiente para el mayor sacrificio, o más bien... el sacrificio como la mejor forma de amar.

Estas lecciones de amor han formado generaciones de madres estoicas capaces de sobrevivir con un sólo riñón y sin mayor alimento que los suspiros, de mujeres enamoradas con incapacidad total para reconocer necesidades propias y de hijos que se autoinmolan en piras formadas con la leña que ayudaron a cargar, cual modernos y autoflageladores hijos de Abraham.

Pero no son las únicas enseñanzas que se han dado en las telenovelas, después del éxito de Simplemente María, en don`e su protagonista pedéa permiso a la familia con la que trabajaba como empleada doméstica para salir a estudiar en las tardes y luego autoemplearse (y así como Gutierritos disparó la venta de televisores, María lo hizo con las máquinas de coser Singer), Miguel Sabido, dramaturgo y pionero de las telenovelas históricas (escribió La Tormenta abordando el episodio de la Invasión francesa en México, diez años antes que en Estados Unidos se hiciera la serie Raíces) entendió el poder de la televisión para un uso social, y con la telenovela Ven conmigo retomó la educación para adultos como parte de la historia; en el capítulo en que un personaje popular termina sus estudios, un epilogo mostró los datos de las instituciones para inscribirse a escuelas para adultos, registrándose al otro día 250 mil personas, alrededor de un millón de personas siguieron el ejemplo de los personajes, aumentando en más del 60% el registro en comparación con el año anterior.

Con has telenovelas Acompáñame, Vamos juntos, Caminemos, Josotras las mujeres, Por amor y Los hijos de nadie, promovió el control natal y la paternidad responsable, siendo un factor importante para detonar el llamado "milagro demográfico" de la década de los 70´s, ese freno en el aumento de la población permitió que seamos 100 millones de habitantes en este país, y no los 150 que indicaba la proyección del crecimienpo que se anticipaba.

En otro ejemplo de televisión propositiva, Sabido creó el concepto del canal 9 como canal cultural, quienes lo vimos podemos atestiguar lo que hoy parece increíble: que Televisa apostara por diez años a una televisión con contenido cultural, sin comerciales entre su programación. Sueño que acabó con el siguiente diálogo entre Emilio "El tigre" Azcárraga (mandamás de la televisora) y Sabido (mandamenos director del canal):

-Bueno Miguel, se acabó tu canal pendejo. 
-Ni es pendejo ni es mío -contestó el ingenuo creador-, pero y ahora, ¿qué vamos a hacer? 
-¿Con qué? 
-Con el compromiso social de la televisión. 
-Nada... a mí me vale.

Tal como ahora le vale al PRI -ahora que desmintieron que la iniciativa de mejoría telenovenil fuera real-, a Peña Nieto, a Azcárraga Milmo, a Salinas Pliego, a los Juan Osorio y Emilio Larrosa, herederos ideológicos de Valentín Pimstein -el creador del modelo de ha telenovela clásica, con todos sus excesos que justifican el desprecio que se les tiene-, a la turba tuitera que protestó por la supuesta iniciativa, a los intelectuales que no voltean hacia la "caja idiota", a todos los que dicen que la televisión sólo es para entretener, y a buena parte de los mismos que ho forman, lo que el público telenovelero se lleva a la mente en cada capítulo. 

Por cierto, hoy es cumpleaños del querido y popular escritor Gabriel García Márquez, Gabo, pa´ los cuates y para quienes le tenemos cariño gracias a sus historias literarias y su foria de contarlas ("escribo para que me quieran", es una de sus citas más conocidas), uno de los pocos intelectuales que se declara adepto a las telenovelas y las defienden como forma de manifestación cultural y reflejo de la sociedad.

jueves, 1 de marzo de 2012

¿Estamos, Kimosabi?


Hace apenas un día que Google le dedicó un doodle a Rossini, en su aniversario 220, sin dejar pasar también el curioso detalle de que nació en año bisiesto. Rossini tiene piezas musicales muy conocidas, gracias a que se popularizaron a través de la cultura popular, y así como El barbero de Sevilla nos recuerda a Bugs Bunny pasándole una navaja de afeitar al cuello de Elmer, la obertura de Guillermo Tell, más que traernos a la mente imágenes de manzanas ensartadas, nos detona recuerdos de animaciones de Walt Lambert (el creador de El pájaro loco), de Walt Disney, del Pato Lucas y Porky en otra de Warner Brothers, o a un episodio violento de Naranja Mecánica, aunque probablemente lo que más nos traiga a la mente las siguientes notas, sea a un jinete enmascarado sobre un caballo color plata, gritando: "¡HI-YO Silver!":

Obertura: Guillermo Tell by Gioachino Rossini on Grooveshark


El llanero solitario fue un exitoso serial radiofónico que se transmitió durante más de diez años entre las décadas de los 30 y 40 del siglo anterior, pasando luego a la televisión donde su popularidad tocó los cielos en los 50´s, de ahí al cine con mediano resultado, y también a la historieta, donde se volvió un clásico. Sus aventuras comenzaron cuando fue víctima de una pandilla de cuatreros y fue curado por un nativo piel roja, quien se unió a él en su lucha por la justicia del oeste, al margen de la ley. Como nuevamente sus andanzas serán llevadas al cine en un enésimo intento por capturar su esencia -y quizá esta vez no pasen desapercibidas en la pantalla grande pues tendrá un presupuesto muy amplio y la participación de estrellas del celuloide-, antes de que el personaje del indio Toro quede tatuado en la mente de las nuevas generaciones con el rostro de Johnny Depp (curiosamente el nombre original del personaje es Tonto, sería simpático que en las traducciones al español se lo dejaran así), quiero contarles un par de anécdotas surgidas a partir de las series viejas.


El protagonista de la serie de televisión, Clayton Moore, tras el éxito se retiró del cine y la televisión  para vivir de hacer presentaciones en público, caracterizado como el justiciero cowboy, fue tanta su gloria que incluso tiene dos estrellas en el piso de la fama en Hollywood, una con su nombre y otra con el de su personaje emblemático. También Jay Silverheels supo capitalizar bien su fama como el fiel amigo Toro, al grado de cambiar legalmente su nombre real por el artístico, pero utilizándolo para intervenir a favor de los derechos de los indígenas norteamericanos y de su representación en las pantallas, para eliminar estereotipos negativos.



Aunque la mayoría piensa que es navajo, en realidad Toro es potawatomi, tribu que se llama a sí misma "el pueblo original", y muchos de los elementos culturales con que se identifica a los indígenas norteamericanos pertenecen a esta tribu. Toro era un fiel compañero que ayudaba al ranger justiciero mediante astucia y sabiduría (además del valor), lacónico y solidario, habitualmente accedía a seguir a su compañero en sus acciones diciendo "Vamos, ke-mo sah-bee", expresión afectuosa y fraterna con que se refería siempre al Llanero solitario, y que se ha traducido como "amigo en quien más confío". Se adoptó su forma fonética transformándolo en "kimosabe" o "quimosabi", y dada la popularidad de la serie televisiva llegó a formar parte del vocabulario habitual, especialmente cuando se trataba de agregarse a una actividad.

Un hilarante anuncio de lotería en la radio mexicana ironizó con esta costumbre de "unirse a la causa" mediante el uso de esta expresión, con el siguiente diálogo:

(Estando rodeados por indios beligerantes)
Llanero solitario: -Hay muchos indios, Toro. ¡Estamos perdidos!
Toro: -¿Estamos, Kimosabi?

Ese "¿Estamos, kimosabi?" es el que ha trascendido en el lenguaje popular, en intención y gracia todavía vigentes en la actualidad, a manera de deslinde cuando alguien se agrega sin mérito o pretexto, lo que no deja de ser curioso, dado que la única figura western presente en el imaginario de las nuevas generaciones es Woody, de Toy story.


Adendum: se me olvidó ponerles un enlace a la obertura de Guillermo Tell de Rossini, pero no en una interpretación cualquiera sino con la batuta de Herbert von Karajan, es impresionante verlo actuar sin mucho aspaviento, resultado de la increíble conexión con su orquesta, que seguramente ya le conocían hasta los alzamientos de cejas, de ahí el exquisito resultado, son casi trece minutos entre la parte uno y la parte dos, si los tienen, inviértalos en su deleite.


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