martes, 6 de noviembre de 2012

Instantáneas Personales de Grandes Fotógrafos


Conocemos sus imágenes, íconos de la fotografía y documentos de la historia de la humanidad. Pero conocemos menos sus personalidades, sus historias de vida y sus anécdotas.

Aquí ya vimos que detrás de las arrobadoras fotografías de Miroslav Tichý había una historia y una persona igual de magnéticas; platicamos la anécdota de la foto de Dalí atómico, y también de la verdad detrás de la emblemática fotografía de la niña y el buitre de Kevin Carter. Vimos también la historia detrás de las imágenes de Lee Jeffries; nos enteramos de cómo Muybridge inició la cinematografía a partir de probar el vuelo de los caballos (y hasta de sus pleitos de alcoba), y contamos anécdotas sobre las fotografías más famosas; nos preguntamos qué pasó con la Madre Emigrante, quien fuera el rostro de la Gran Depresión, y en El (micro)Fanzine recordamos el experimento fotográfico de Robert Doisneau sobre la gente, un desnudo y un escaparate.  Hoy volvemos a los fotógrafos con algunas anécdotas alrededor de su obra y su vida:

Henry Cartier-Bresson era camarógrafo del ejército francés cuando fue capturado por los nazis en 1940, casi tres años fue prisionero en un campo de trabajos forzados, del que pudo escapar en su tercer intento, aliándose a la resistencia antinazi. Había escondido su famosa Leica todo ese tiempo en un lugar de los bosques de los Vosgos, recuperándola. Y con esa cámara tomó la siguiente fotografía, en 1945, de una mujer que colaboraba con los nazis en los campos de concentración, sometida al repudio y escarnio público.


Cartier-Bresson es considerado uno de los mejores fotógrafos de todos los tiempos, y es famosa su idea del "momento decisivo", donde se capta la efímero. Una tarde de lluvia neoyorquina, saliendo de su propia muestra en el Museo de Arte Moderno, se dedica a captar los "momentos decisivos" de los transeúntes en busca de resguardo, y alcanza a escuchar cuando alguien, señalándolo, dice: "Miren a este tipo. ¡Otro más que se cree Cartier-Bresson!".

Henri Cartier-Bresson en la lluvia
Pero la anécdota más memorable quizá sea la que él mismo contó para ejemplificar que en su vida todo le debía al azar: un día recibió una llamada de Jorge Luis Borges, explicándole que él quería nominarlo para un premio que otorgaba una millonaria siciliana, con la particularidad de que era el artista ganador anterior quien nominaba al siguiente galardonado. Cuando el fotógrafo preguntó la razón de quisiera entregarle ese premio, el escritor respondió: "Porque soy ciego. Y quiero dártelo en reconocimiento a tus ojos". Sin embargo, Borges murió antes de poder dárselo, así que Cartier-Bresson le pidió a su viuda María Karuna que ella se lo entregara. Así, viajó a Palermo (Sicilia) para recibir su premio; curiosamente, Borges había sido criado en Palermo, Buenos Aires, y él, Cartier-Bresson, fue concebido en Palermo, Sicilia... justo en el hotel en que lo hospedaron los organizadores, y donde sus padres pasaron su luna de miel, nueve meses antes de que él naciera.

Borges y Cartier-Bresson
Edward Steichen fue un representante destacado del Pictorialismo, movimiento artístico de finales del siglo XIX que buscaba distinguirse de la fotografía de aficionados, que se multiplicaban por la comercialización accesible de la cámara Kodak (cualquier parecido con la actualidad, donde recursos como Instagram hacen que cualquiera se sienta "artista de la imagen", es mera coincidencia, je). Entre otras características se buscaba un efecto de desenfoque o bruma. Cuando Steichen fotografió la estatua de Honoré de Balzac que hizo Rodin, a la luz de la luna, usó una exposición de una hora para lograr un efecto fantasmal. Al ver la fotografía el escultor le dijo: "Harás que el mundo entienda mi obra con tus fotos".


Al contrario de los pictorialistas, que buscaban alejarse de la fotografía como instrumento para retratar la realidad, Paul Strand (también discípulo del gran Alfred Stieglitz, mentor de Steichen) realizó los primeros trabajos de foto-verdad, con retratos espontáneos y naturales de gente de las calles, para los cuales utilizaba una cámara que parecía estar enfocando hacia otro lado, pero en realidad enfocaban al objetivo situado a 90º, lo que le permitía captar rostros sin pose. Esta es su imagen icónica:


Cuando Jacob A. Riis, de profesión reportero, se hizo acompañar de dos fotógrafos aficionados para realizar el primer trabajo de fotoperiodismo en la historia, titulado "Como vive la otra mitad", y que trataba sobre los vagabundos, borrachos y demás personas en situación de calle de Nueva York, no imaginó que la policía los perseguiría alertados por las denuncias de varios testigos, que aseguraban, habían visto visitantes de carácter sobrenatural, según consta en el diario Sun, de 1988: "Extraños acontecimientos han sumido en la intranquilidad las noches de nuestra ciudad. Son varios los testigos que afirman haber distinguido en la penumbra a tres o cuatro fantasmagóricas figuras cargadas de bultos. Luego, vieron un relámpago, oyeron unas pisadas que se alejaban... y los misteriosos visitantes habían desaparecido sin dejar rastro". Riis, además de ser considerado pionero tanto del fotoperiodismo, también lo fue de la fotografía... al ser de los primeros en trabajar con flash

Nido de bandoleros, Calle Mulberry. 1888

Riis es conocido por su filantropía y labor de concienciación hacia los más necesitados, e incluso era llamado por el presidente Roosevelt, el ciudadano más útil de Nueva York y el mejor estadounidense que he conocido.

Pero la más grande de las anécdotas es de la fotógrafa Vivian Maier, quien trabajó como niñera casi toda su vida dejando su pasión por la fotografía oculta del mundo, hasta que un agente literario (John Maloof, que hacía una investigación sobre la ciudad de Chicago) compró una caja con cientos de imágenes en un sitio de subastas. Al ver la naturaleza y la calidad de las fotos regresa al mismo sitio y compra el resto de las cajas, con más de cien mil negativos y más de veinte mil rollos sin revelar: el trabajo de más de treinta años recorriendo las calles de Nueva York y Chicago con una cámara colgando del cuello. Apenas algunos reflejos, opacos y tímidos, como el anonimato de esta mujer, permiten adivinar como era la fotógrafa, y por fin, casi un año después, un nombre en un sobre da una pista, Maloof la busca en Internet y sólo aparece un obituario informando de su muerte... ocurrida dos días antes.



Aquí está el blog que John Maloof le dedica, mientras edita un libro y un documental con su extenso trabajo. Y la reflexión ineludible es: ¿cuántos y cuántas Vivian Maier habrá en las filas de Flickr, en los álbumes de Picasa, en las categorías de Hipstamatic e Instagram, esperando por ser descubiertos?

Y, ¿cuál será la historia detrás de la imagen que nos impacta?

2 ideas en tránsito:

marichuy dijo...

Una chulada de entrada, Bichito. Para una que le gusta la fotografía y las historias que hay detrás de ella y/o de sus fonógrafos, es una chulada. Y claro, como en gustos se rompen géneros y NO hay objetividad, mi preferida es esa historia, breve y desconocida, entre HCB y JL Borges. La respuesta de Borges a la entendible pregunta de Cartier-Bresson es maravillosa: "Porque soy ciego. Y quiero dártelo en reconocimiento a tus ojos". Una maravilla.

Un abrazo



malbicho dijo...

gracias marichuy!, sí, esa respuesta es sorprendente y conmovedora, también a mí me atrapó, especialmente porque fue el mismo Cartier-Bresson quien la rescató del olvido y la contó como algo memorable

aquí está toda la historia mejor contada, fíjate que no me permití extenderme con todos los detalles y ahora lo lamento, merecía ser narrada mejor: http://www.zonezero.com/magazine/articles/borges/borges.html

y curiosamente, esta entrada la vengo retrasando desde hace más de un año, de cuando me enteré de la historia de la foto de la mujer nazi, de haber sabido que iba a gustar tanto

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Ideas en tránsito

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